El trabajo de la educadora y el educador social consiste en acompañar a las personas para mejorar sus realidades dando respuesta a sus necesidades socioeducativas, culturales y/o laborales.
No solo eso. Como profesionales de lo social debemos poner sobre la mesa otras carencias y necesidades; las menos obvias, aquellas ni siquiera percibidas por el usuario. También esas que son deliberadamente invisibilizadas. Las y los educadores sociales concienciamos, hacemos visible lo invisible, lo que molesta, lo que se tapa para que no se note: la pobreza, la discriminación, la violencia…
Para realizar nuestro trabajo, además del grado o la diplomatura en educación social, hay que reunir un montón de cualidades, habilidades, destrezas, capacidades y competencias. ¿Somos un dechado de virtudes? Pues no necesariamente, ni tampoco somos «buenistas» (un descalificativo muy de moda). De hecho los equipos de trabajo resultan ser un fiel reflejo de la sociedad actual, incluidos sus defectos.
Simplemente tenemos vocación de ayudar a otras personas.
Empatía, asertividad, comunicación, capacidad de trabajo en equipo, iniciativa… son algunas de las habilidades más solicitadas en educación social.
Hoy quiero destacar los 5 superpoderes que en mi corto trayecto profesional he llegado a considerar fundamentales:
1.Paciencia
Cuando trabajamos con personas nos gustaría que los cambios que intentamos provocar; las mejoras, fueran rápidas y estables. Pero la realidad es que no es una tarea fácil y por eso los resultados que anhelamos no son visibles a corto plazo. Que la recompensa a nuestra ardua labor no sea inmediata puede generar frustración. Asumamos que cada persona tiene ritmos diferentes y, sobre todo, aprendamos a respetarlos.
2.Flexibilidad
Este no es un trabajo donde tenga cabida la rigidez. Es imposible. No solo por el hecho de trabajar con y para personas a las que NO podemos ni debemos imponer nuestros criterios. Es que nosotros mismos, las y los profesionales, somos diversos. Nuestros aprendizajes vitales son distintos y por lo tanto, las intervenciones, aunque normalizadas, se afrontarán de formas distintas. Algunas veces mejor y otras peor.
3.Autoconocimiento
Para que esas veces que nos salen peor sean las menos. No es fácil hacer una revisión personal constante. Sin embargo, conocernos y conocer nuestros puntos fuertes pero también nuestras limitaciones nos hará mejores. Reflexionar sobre el día a día de la práctica profesional, siendo objetivos y honestos con nosotros mismos debería ser un «must».
4.Resiliencia
Porque nuestro contexto laboral no suele ser el más amable. Trabajamos con exclusión social, con personas muy vulnerables por distintos motivos. Trabajamos en espacios complejos, a veces muy íntimos, espacios de difícil acceso emocional. Trabajamos incluso jugándonos nuestra integridad física y psicológica. Seamos conscientes de que nos vamos a encontrar muchas piedras en el camino.
5. Capacidad para crear vínculos
Da igual lo extrovertido o introvertido que seas en tu vida personal. Da igual si no eres un hacha en tus relaciones sociales. En este trabajo, si quieres formar parte del proceso de orientar, guiar y acompañar en la toma de decisiones vitales de las personas… antes te tienen que dar permiso. Y para eso necesitas crear un vínculo. Un vínculo de respeto, confianza y cariño.
Un vínculo que lograrás con paciencia, flexibilidad, autoconocimiento y resiliencia.
¿Y tú? ¿Cuáles crees tú que son los superpoderes del educador social?
Participa, educa.
Cambiemos el mundo.
Buenos días,
Mi nombre es Demelza Dominguez y soy Educadora Social de vocación y profesión. Actualmente, soy autónoma y he fundado “La Despensa de las Experiencias”. Voy a compartir tu publicación ya que, me parece muy interesante por si quieres seguirme en Facebook.
Un saludo y ¡a por todas!
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Gracias por comentar y compartir Demelda! Ya me he sumado a tu página, por cierto que me ha encantado! Un abrazo y nos leemos!
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Enhorabuena, totalmente de acuerdo.
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¡Muchas gracias Antonio!
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Reblogueó esto en Anna Forés Miravalles.
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